viernes, 7 de septiembre de 2012

Comienzos



El origen de este blog no tiene que ver nada más con mi amor al cine, sino también con la necesidad de divulgar las ideas que me surgen cuando las películas me asaltan en la tranquilidad de mi escondite. Basta echar un vistazo a la red para darse cuenta que en lo absoluto se trata de un fenómeno excepcional: existen un montón de blogs sobre cine. Es un arte que seduce y cautiva al ojo inquieto y al soñador incólume. El blog no tiene mayor expectativa que el de ser el arroz en en el camino, o tal vez -y ya rayando en lo cursi- la de ser un futuro depósito de cartas amorosas no correspondidas que el día de mañana podré revisar. 


Ya nacimos, pero...

Lo admito: he robado títulos para hacer este blog. Nunca he sido especialmente iluminado a la hora de los bautizos, pero mis hurtos son plenamente asumidos. Me remitiré a dos momentos de dos películas que me han marcado demasiado. De hecho, al tratar de justificarme, ya tengo un tema para mi primera entrada: la decepción.

La primera, llamada 'He nacido, pero...', o conocida en algunos países como 'Y sin embargo, hemos nacido...' (1932), es una de las mejores obras silentes de Yasujiro Ozu. Aquí, se ven plasmadas ya sus temáticas, angustias y, me atrevo a decir, su particular reflexión en torno al hombre. La película da inicio con dos niños que se llevan mal con los otros chicos del vecindario, en especial con el matón hijo del jefe de su propio padre. Ambos le confieren un lugar de respeto y admiración al padre, a pesar de que es un hombre modesto, con pocos recursos económicos y de aspecto flacucho, largo y con poca clase. No olvidemos ese plano en el que el padre regaña a los chicos por una riña, y éstos se limitan a observar sus pies escuálidos, que portan unos calcetines viejos y con una postura con la cual nadie lo tomaría en serio. Nadie, salvo sus hijos. 

Esta gran obra maestra tiene un momento irrepetible debido a la vulnerabilidad en la que de pronto quedan los personajes principales. Los hermanos acuden a la exhibición de una película casera en la sala del matón, tan sólo para recibir una especie de golpe directo al orgullo. En el video, su padre hace toda clase de payasadas y poses ridículas y grotescas para entretener a su jefe y a otros hombres importantes de la empresa. La vergüenza es incluso mayor, ya que el padre forma parte del público. Al regresar a casa, los niños llegan a la certeza de que es un hombre poco importante, que no infunde respeto y autoridad. Ambos toman la decisión de dejar de hablar y comer por completo hasta que algo cambie. 



                                                   La parte que menciono inicia a partir del minuto 5:30


El tono inicial de la historia es más bien cómico. Sin embargo, después del suceso comentado en el párrafo anterior, se desvela el abismo en la habitación y brotan los malestares de una sociedad en donde -se nos sugiere que- el éxito personal es apreciado en función del puesto y los ingresos obtenidos. Ozu nos presenta de forma bastante amena una serie de vivencias infantiles por donde navega un contenido latente y soterrado, que justamente sale a flote a partir de que conocen quién es su padre para los demás y lo que eso implica para ellos. Mientras los chicos duermen, después de una pelea ocasionada por el carácter sumiso y mediocre de su progenitor, este le susurra a su esposa: ¿llegarán a ser tan mediocres como nosotros?

Al final, la sensación que deja 'He nacido, pero...' (Y sin embargo, hemos nacido) es la de apechugar frente a las frustraciones con las que nos golpea la vida. Sólo queda la dolorosa contemplación como remedio cuando no se puede conseguir lo mínimo para que los hijos tengan una vida digna, más cercana a sus deseos e, incluso, una existencia más feliz. Un alcance ético y estético de Ozu en 'He nacido, pero...' es el de capturar en la decepción de los niños una convulsión de su propio espíritu ante la dura imposición de la realidad. Dejar de comer y hablar renuencia a aceptar la sociedad que les tocó. Al mismo tiempo, en el lado diametralmente opuesto, el padre asume su situación y vive feliz con lo que tiene que hacer para ganarse la vida y poder darle algo más a su progenie. Es como si el conflicto que se desarrolla en el mismo espacio, pudiésemos contemplarlo desde dos perspectivas lejanas entre sí, pero irremediablemente enlazadas por la dura línea vital. Quizás sea una mera impresión, pero en el profundo poso que deja esta película, pareciera como si retratara dos puntos cruciales de la vida humana, representados por la metáfora del padre y los hijos como el ayer y el mañana, la sumisión frente a la rebelión y la aceptación de las circunstancias frente a la sublevación, aún cuando ésta sea a través del silencio y el hambre.

Regreso a Arcadia

Ahora bien, la referencia hecha en la dirección del blog tiene un motivo más subjetivo. Cuando pienso en un 'pasillo arcadia', de inmediato viene a mi recuerdo el rostro de un hombre mirando con melancolía una película en un viejo cine de barrio en alguna ciudad al norte de España. Este hombre, de barba arreglada y aspecto clásico y elegante, ve morir a la mujer que alguna vez amó y que, probablemente, todavía añora. La escena de la que hablo sucede en la cinta 'El sur' (1983), obra central del cineasta español Víctor Erice. El cine donde Agustín vio aquella película justamente llevaba por nombre 'Arcadia'. La mujer, antes de ser asesinada por un hombre despechado, musitaba 'Blue moon' mientras se peinaba frente al espejo. 




                                                          Irene Ríos: "¿felices? -Nunca supe lo que era eso"



Tiempo después, Agustín escribe una carta a esa mujer - llamada Laura en la vida real, pero conocida como Irene Ríos en el ámbito profesional-, después de muchos años de no hablarse. Laura responde cosas vagas, pero termina sentando que cualquier trato entre ellos no tiene sentido. Envió la carta sólo para saber por qué Agustín le escribió. Al no poder ofrecerle una respuesta clara, Agustín deambulará taciturnamente el tiempo que el quede.

Afuera del cine Arcadia y del café donde Agustín escribió la carta a Laura, su hija Estrella lo vigilaba, escondida. Esa ha sido su postura de siempre.

El argumento de 'El sur' se nos transmite no sólo por la preciosa voz en off de una Estrella adulta (el cual en sí nos traslada al territorio escurridizo de la memoria y los afectos), sino también por el halo de misterio que Erice le provee con sus fundidos y, sobre todo, con su composición plástica tan evocadora de un ayer mágico, cálido y carnal percibido desde un hoy triste, frío, árido en expresión de afectos. En el mismo tono, la música elegida precisa aún más el aura de melancolía que emana de Agustín, y el anhelo de Estrella por salir de ese cascarón familiar donde sólo habitan sombras y secretos. 

Laura/Irene Ríos vive en el sur de España (cerca de Sevilla, en la provincia de Carmona), que es el lugar de origen de Agustín. Él escapó de ahí hace ya bastantes años, poco después de la Guerra Civil Española. Supuestamente, por problemas ideológicos con su padre, el abuelo de Estrella, cosa que no queda del todo clara. No es mi intención repetir lo que en tantos sitios se ha dicho sobre los planos geográficos y metafóricos en los cuales se desarrolla la trama y de su respectivo trasfondo ético. Seguramente en un futuro procuraré decir algo fresco sobre ello. Quizás lo único que por ahora me gustaría aventar al aire es esta idea del ansia de migrar -como un ave que cada invierno vuela al sur- largamente pospuesta. Agustín estuvo a punto de ir al sur y, así, revivir en un sentido tácito, pero se negó a hacerlo boleto en mano. Es raro, pero al igual que en la cinta de Ozu, en 'El sur' nuevamente aparece el peso de la existencia como un fantasma que catapulta -o sepulta- los deseos más profundos. Estrella continúa su camino, mientras que el de Agustín parece haberse acabado. Es como un hombre hechizado y convertido en piedra.

La escena de la última conversación entre Estrella y Agustín es indudablemente conmovedora, emocionante, triste. Erice la recorre plácidamente con su lenguaje poético. He aquí un fragmento de la misma:



(Spoiler)

Poco después, Agustín se suicida. Estrella emprenderá un viaje que es suyo y que había sido pospuesto temporal y ahora defintivamente por su padre. Hasta entonces, la vida de Estrella había sido, en buena medida, el cultivo imaginario de lo que sería el sur. El paso al acto viene a ser un choque de profundo alcance que Agustín no pudo realizar a final de cuentas y que viene a ser un instante clave para su hija... y es ahí cuando, por motivos fuera del guión, la película termina. 

(fin de Spoiler)

El nombre de Arcadia aparece unido al sur caluroso y sensual. La misma Estrella en su niñez lo pensó como un lugar lejano y ficticio. En lo personal, y a reserva de que me hace falta meditarlo con más calma, siento que encontrar esa Arcadia mágica que los seres humanos soñamos y que se nos dibuja sutilmente en 'El sur' es, más bien, como dijera el crítico español Ángel Fernández-Santos, la búsqueda de 'un sur mental'. Un pasado que Agustín no pudo soportar, y que a la joven Estrella le inyecta curiosidad e impulso llegar a conocer. Tal vez llegar a la Arcadia pudiera ser una actitud: no pensar tanto en la felicidad, y limitarse a vivir a todo pecho. 

Con ustedes, quedo. 

No sabría expresar qué es lo que tiene de mágico el cine que me hace dedicarle tanto tiempo de mi vida: lo veo, lo vuelvo a ver, lo reviso todas las veces que puedo, lo busco, lo recuerdo, lo añoro. De cualquier forma, sería muy bonito si otras personas pudieran unirse a esta experiencia.

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