El
origen de este blog no tiene que ver nada más con mi amor al cine, sino también con
la necesidad de divulgar las ideas que me surgen cuando las películas me
asaltan en la tranquilidad de mi escondite. Basta echar un vistazo a la red
para darse cuenta que en lo absoluto se trata de un fenómeno excepcional: existen un
montón de blogs sobre cine. Es un arte que seduce y cautiva al ojo inquieto y
al soñador incólume. El blog no tiene mayor expectativa que el de ser el arroz
en en el camino, o tal vez -y ya rayando en lo cursi- la de ser un futuro
depósito de cartas amorosas no correspondidas que el día de mañana podré
revisar.
Ya
nacimos, pero...
Lo
admito: he robado títulos para hacer este blog. Nunca he sido especialmente
iluminado a la hora de los bautizos, pero mis hurtos son plenamente asumidos.
Me remitiré a dos momentos de dos películas que me han marcado demasiado. De hecho, al tratar de justificarme, ya tengo un tema para mi primera entrada: la decepción.
La
primera, llamada 'He nacido, pero...', o conocida en algunos países como 'Y sin
embargo, hemos nacido...' (1932), es una de las mejores obras silentes de Yasujiro Ozu. Aquí, se ven plasmadas ya sus temáticas, angustias y, me atrevo a decir,
su particular reflexión en torno al hombre. La película da inicio con dos niños que se llevan mal con los otros
chicos del vecindario, en especial con el matón hijo del jefe de su propio
padre. Ambos le confieren un lugar de respeto y admiración al padre, a pesar de que es un hombre modesto, con pocos
recursos económicos y de aspecto flacucho, largo y con poca clase. No olvidemos
ese plano en el que el padre regaña a los chicos por una riña, y éstos se limitan a observar
sus pies escuálidos, que portan unos calcetines viejos y con una postura con la cual nadie lo tomaría
en serio. Nadie, salvo sus hijos.
Esta
gran obra maestra tiene un momento irrepetible debido a la vulnerabilidad en la que de pronto quedan los personajes principales. Los hermanos acuden a la exhibición de una película casera en la sala del matón, tan
sólo para recibir una especie de golpe directo al orgullo. En el video, su
padre hace toda clase de payasadas y poses ridículas y grotescas para
entretener a su jefe y a otros hombres importantes de la empresa. La vergüenza
es incluso mayor, ya que el padre forma parte del público. Al regresar a casa,
los niños llegan a la certeza de que es un hombre poco importante, que
no infunde respeto y autoridad. Ambos toman la decisión de dejar de hablar y
comer por completo hasta que algo cambie.
El
tono inicial de la historia es más bien cómico. Sin embargo, después del suceso
comentado en el párrafo anterior, se desvela el abismo en la habitación y
brotan los malestares de una sociedad en donde -se nos sugiere que- el éxito
personal es apreciado en función del puesto y los ingresos
obtenidos. Ozu nos presenta de forma bastante amena una serie de vivencias
infantiles por donde navega un contenido latente y soterrado, que justamente
sale a flote a partir de que conocen quién es su padre para los demás y lo que eso
implica para ellos. Mientras los chicos duermen, después de una pelea
ocasionada por el carácter sumiso y mediocre de su progenitor, este le susurra a su
esposa: ¿llegarán a ser tan mediocres como nosotros?
Al
final, la sensación que deja 'He nacido, pero...' (Y sin embargo, hemos nacido)
es la de apechugar frente a las frustraciones con las que nos golpea la vida. Sólo queda la dolorosa contemplación como remedio cuando no se puede conseguir lo mínimo
para que los hijos tengan una vida digna, más cercana a sus deseos e, incluso,
una existencia más feliz. Un alcance ético y estético de Ozu en 'He nacido,
pero...' es el de capturar en la decepción de los niños una convulsión de su propio espíritu ante la dura imposición de la
realidad. Dejar de comer y hablar renuencia a aceptar la sociedad que les
tocó. Al mismo tiempo, en el lado diametralmente opuesto, el padre asume su
situación y vive feliz con lo que tiene que
hacer para ganarse la vida y poder darle algo más a su progenie. Es como si el
conflicto que se desarrolla en el mismo espacio, pudiésemos contemplarlo desde dos
perspectivas lejanas entre sí, pero irremediablemente enlazadas por la dura
línea vital. Quizás sea una mera impresión, pero en el profundo poso que deja
esta película, pareciera como si retratara dos puntos cruciales de la vida
humana, representados por la metáfora del padre y los hijos como el ayer y el
mañana, la sumisión frente a la rebelión y la aceptación de las circunstancias frente
a la sublevación, aún cuando ésta sea a través del silencio y el hambre.
Regreso
a Arcadia
Ahora bien, la
referencia hecha en la dirección del blog tiene un motivo más subjetivo. Cuando pienso en un 'pasillo arcadia', de inmediato viene a mi recuerdo el rostro de un hombre mirando con melancolía
una película en un viejo cine de barrio en alguna ciudad al norte de España.
Este hombre, de barba arreglada y aspecto clásico y elegante, ve morir a la
mujer que alguna vez amó y que, probablemente, todavía añora. La escena de la que
hablo sucede en la cinta 'El sur' (1983), obra central del cineasta español
Víctor Erice. El cine donde Agustín vio aquella película justamente llevaba por
nombre 'Arcadia'. La mujer, antes de ser asesinada por un hombre despechado,
musitaba 'Blue moon' mientras se peinaba frente al espejo.
Tiempo después, Agustín escribe una
carta a esa mujer - llamada Laura en la vida real, pero conocida como Irene
Ríos en el ámbito profesional-, después de muchos años de no hablarse. Laura
responde cosas vagas, pero termina sentando que cualquier trato entre
ellos no tiene sentido. Envió la carta sólo para saber por qué Agustín le
escribió. Al no poder ofrecerle una respuesta clara, Agustín deambulará
taciturnamente el tiempo que el quede.
Afuera del cine Arcadia y del café
donde Agustín escribió la carta a Laura, su hija Estrella lo vigilaba,
escondida. Esa ha sido su postura de siempre.
El argumento de 'El sur' se nos
transmite no sólo por la preciosa voz en
off de una Estrella adulta (el cual en sí nos traslada al territorio
escurridizo de la memoria y los afectos), sino también por el halo de misterio
que Erice le provee con sus fundidos y, sobre todo, con su composición plástica
tan evocadora de un ayer mágico, cálido y carnal percibido desde un hoy triste,
frío, árido en expresión de afectos. En el mismo tono, la
música elegida precisa aún más el aura de melancolía que emana de Agustín, y el
anhelo de Estrella por salir de ese cascarón familiar donde sólo habitan
sombras y secretos.
Laura/Irene Ríos vive en el sur de
España (cerca de Sevilla, en la provincia de Carmona), que es el lugar de
origen de Agustín. Él escapó de ahí hace ya bastantes años, poco después de la
Guerra Civil Española. Supuestamente, por problemas ideológicos con su padre, el abuelo
de Estrella, cosa que no queda del todo clara. No es mi intención repetir lo que en tantos sitios se ha dicho
sobre los planos geográficos y metafóricos en los cuales se desarrolla la trama y
de su respectivo trasfondo ético. Seguramente en un futuro procuraré decir algo
fresco sobre ello. Quizás lo único que por ahora me gustaría aventar al aire es
esta idea del ansia de migrar -como un ave que cada invierno vuela al sur-
largamente pospuesta. Agustín estuvo a punto de ir al sur y, así, revivir en un
sentido tácito, pero se negó a hacerlo boleto en mano. Es raro, pero al igual
que en la cinta de Ozu, en 'El sur' nuevamente aparece el peso de la existencia
como un fantasma que catapulta -o sepulta- los deseos más profundos. Estrella
continúa su camino, mientras que el de Agustín parece haberse acabado. Es
como un hombre hechizado y convertido en piedra.
La escena de la última conversación
entre Estrella y Agustín es indudablemente conmovedora, emocionante, triste. Erice la
recorre plácidamente con su lenguaje poético. He aquí un fragmento de la misma:
(Spoiler)
Poco
después, Agustín se suicida. Estrella emprenderá un viaje que es suyo y que
había sido pospuesto temporal y ahora defintivamente por su padre. Hasta entonces, la vida de Estrella había
sido, en buena medida, el cultivo imaginario de lo que sería el sur. El paso al
acto viene a ser un choque de profundo alcance que Agustín no pudo realizar a final de cuentas y que viene a ser un instante clave para su hija... y es ahí cuando, por motivos
fuera del guión, la película termina.
(fin de Spoiler)
El
nombre de Arcadia aparece unido al sur caluroso y sensual. La misma Estrella en
su niñez lo pensó como un lugar lejano y ficticio. En lo personal, y a reserva de
que me hace falta meditarlo con más calma, siento que encontrar esa
Arcadia mágica que los seres humanos soñamos y que se nos dibuja sutilmente en
'El sur' es, más bien, como dijera el crítico español Ángel Fernández-Santos, la búsqueda de
'un sur mental'. Un pasado que Agustín no pudo soportar, y que a la joven
Estrella le inyecta curiosidad e impulso llegar a conocer. Tal vez llegar a la Arcadia pudiera ser una actitud: no pensar
tanto en la felicidad, y limitarse a vivir a todo pecho.
Con
ustedes, quedo.
No
sabría expresar qué es lo que tiene de mágico el cine que me hace dedicarle tanto tiempo de
mi vida: lo veo, lo vuelvo a ver, lo reviso todas las veces que puedo, lo busco, lo recuerdo, lo
añoro. De cualquier forma, sería muy bonito si otras personas pudieran unirse a esta experiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario